Cuando aún era (estaba) tierna, y me devoraba la pasión por las puntillas, las princesas, los ositos cariñosos, y la frutilla, tenía que luchar contra una gran frustración, producto de los actos del colegio.
Es una realidad, el mundo de las niñas pequeñas se divide en dos: `Damas Antiguas de peineta de Carel y boladitos" y "Vendedoras de Mazamorra/Pastelitos/Empanadas".
Nunca fui dama antigua. Si lo fueron las Belenes, las Rocíos, las Marianitas, que además de ser damas antiguas todas ellas, eran angelicales y en su mayoría rubias y 'claritas'.
Yo quería la peineta y el miriñaque, pero me tocaba, el pañuelo en la cabeza, y la cara pintada con corcho.
Imagino que mas allá de la euforia de las maestras que les encantaba que estos bonitos espécimenes de niñas sean vistos perfectamente disfrazados en cada 25 de Mayo.
Debe de haber sido un poco así, allá por el 1800. No creo que hayan abundado las damiselas morochas de ojos negros emperifolladas con telas traídas de Europa, salvo que alguna se enamorara, o se trenzara apasionadamente con algún negro o mulato, y tuviera una linda bebita, un poco mas oscura que el resto de la familia. Que si por casualidad, era aceptada, probablemente, no la vestirían con el típico vestido, para que desfilara en la primer tertulia que se hiciera.
Como sea, tengo la frustración del miriñaque. Y aunque ya la puntilla, la enagua, y la peineta, no me quitan el sueño. Debo reconocer, que esto contribuyó bastante a ese deseo loco que tuve en mi infancia de ser rubia.
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