Cuando uno se enamora a veces, terminás sintiendo-necesitando compartir tu vida completa. Los resfríos, la factura del gas, la ropa para lavar, los amaneceres, las fiestas, las frazadas, el insomnio, los desayunos, las meriendas y las cenas.
Después de vivir con F por un año y medio, más o menos, me dieron ganas de que además de compartir todo eso, tengamos en común una mascota. Terco y cabezón como es él, me dijo que no de entrada y que no rompiera las bolas porque era mucha responsabilidad. Terca y cabezona como soy yo, rompí las bolas. Mucho, lo necesario, lo suficiente. Y lo terminé convenciendo. Los dos trabajábamos mucho y un perro sufre si lo dejás solo, hay que pasearlo varias veces al día y depende mucho de tu presencia. Por lo tanto el perro no era una opción viable. F pensó que con esa deducción se cerraba el asunto y chau perinola. Pero no.
Empecé a pensar en un gato. En términos prácticos lo más conveniente era un gato, y aunque todavía recordaba mi miedo de la infancia, mis ganas de tener un bicho que me quisiera, y que viviera con nosotros, hizo que me replanteara el tema, y me empecé a convencer de que en realidad e miedo no tenía grandes fundamentos y que quería un gato.
Previo anuncio a F, me puse a buscar en refugios un gatito para nosotros. Las condiciones que habíamos acordado eran: Que sea un gato que necesite ser adoptado, no comprar uno, ni nada parecido, que sea hembra y además que no fuera un bebé chiquito al que tuviéramos que enseñarle todo de cero.
Así es como en medio de la búsqueda una de las chicas de un refugio después de leer lo que necesitábamos, me manda tres fotos de gatitas. Todas lindas ellas, hacían que la decisión fuera inminente. Previa reconfirmación con F de que realmente nos queríamos embarcar con el tema de la gata. Miramos las fotos y no sé bien porque entre todas elegimos a una, a la que le decían Sasha. Coordinamos para buscarla y Sasha, rebautizada SUIPACHA, vino a vivir a casa.
De esto hace casi 4 años.
Suipacha me enseñó a no tener miedo. A entender que la diferencia entre un gato y un perro, es que el perro siempre te ve como un superior, como un amo. Y el gato no. Te elige como un amigo, un compañero. Pero jamás resigna por vos su individualidad ni su voluntad. Y eso aunque de chica era una de las razones de mi miedo, ahora me parece de lo más admirable.

Pachita es una compañera hermosa, es tan sedentaria y vagoneta como yo, tiene una naricita de chicle que me como a besos, tiene un poder decisión envidiable y es una dulce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario