El brazo surgió de entre las sábanas tanteando en busca del
teléfono que todavía no había sonado. Los pies se estiraron como acto reflejo
en respuesta a un bostezo. Inmóvil, con un tatuaje de almohada en la cara, muy cerca de dónde las lagañas todavía nublaban la vista.
Despertó un rato antes que el día y no
supo bien que hacer.
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