sábado, diciembre 18, 2010

Volví pensando...

¿Uno se siente finalmente completo en algún momento de su vida? Yo creo que no, y que si pasa, es justo un instante antes de cerrar los ojos para mirar a la muerte de frente.
No sé.
Si es ahí cuando uno se da cuenta de todo, cuando uno ve realmente el sentido de cada una de las cosas que le tocaron vivir, es una mierda, que querés que te diga?
Prefiero nada. Me quedo mejor con todas mis medianas, terrenales, banales, chiquitas satisfacciones. Antes que desayunarme victoriosa, un rato antes de volverme abono.
No soy perfecta, y no descubrí América, a los sumo tengo tres o cuatro secretos que sirven de algo.
Estoy especulando, ya sabémos. Pero ponéle que no me equivoco, que por un ratito tengo razón. Yo no me quiero quedar con eso. Prefiero todo lo que hoy para mí tiene sentido, y si yo no entendí nada y me sentí feliz equivocadamente-equivocada, no me importa.

Que pelotudo lo que escribí, no? Bueno, uno no se siente tan pelotudo cuando se plantea esas cosas, parecen pequeñas verdades, te sentís iluminado desentrañando tus cosas, tus retorcidos problemitas. Yo que sé. A veces me siento enredada en un puñado de hilos y voy marcando el camino de cada hebra con la mano, como un ciego que se guía con el tacto.

Soy feliz, dentro de mi concepto de felicidad, que no es constante y que no depende necesariamente de si el pelo me quedó con frizz o no, ni de si llegamos a fin de mes, o si tu mamá vió o no la tuca que había arriba de la mesa. No depende tampoco del calor o de la casa linda que no es nuestra, o de la gente que escupe mierda por la boca sin darse cuenta del momento que vivímos.
Nada de eso, mi felicidad se construye de otras cosas.
(Por suerte)
Mi felicidad son vos medio dormido a la mañana con la gata enrollada en la cabeza, mis amigas todas locas en el comedor de casa haciendo inteligencia en redes sociales, mi mamá que se moriría con 46 a cuestas pero no la dejo ni en pedo, mi hermano con sus mambos y su tan pura, envidiable fidelidad y convicciones, yo a veces cuando dibujo, pinto o sueño, los nenes que se abrazan en la puerta del jardín de infantes, las noches con Flor y pelis, la gata que me elije algunas noches de anfitriona del abrazo nocturno, cuando cocino, cuando me tapo la boca para que la vecina viejita no me escuche, cuando termino un laburo y me felicitan, cuando canto canciones de mi infancia y me mirás con cara de 'que loca de mierda', ahí, en esos momentos que retengo para mí...ahí mismo construyo felicidad.

Somos un puntito insignificante en medio de un universo gigante, enorme, que yo al menos no alcanzo a concebir, pero a pesar de eso, cada uno en su burbuja trata y quiere, pelea y se interpone. Y a mí, a mi me alcanza.

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