sábado, junio 02, 2012

Mañanero


Por los caprichos témpranos de mi despertador, casi todas las mañanas me tengo media hora en exclusiva. Prime time de mi cara de sueño desconcertado.

Media hora infinitamente a solas en la cama.

Café, cigarrillo, a veces jugo, y siempre, las mil almohadas que amortiguan el golpe de volver a despertarse en la vida.
El pelo alborotado, con pelucitas de cama, una media sola y la otra perdida en el fondo profundo del abrigo, el tatuaje de la almohada en las mejillas y ese "no-sé-qué" que tienen las mañanas.

Estoy más conmigo cuando me despierto, porque entónces aún me comparto con los sueños y con el día que me levanta tempranero y me deja los pies helados.

En esta media hora no hay remordimientos por el tiempo, porque me sobra, y lo único que debo hacer es pelearme con las sábanas para que me suelten y con mi imaginación que sólo piensa que lindo que sería tenerte hecho un ovillito del lado derecho de la cama.

Media hora de no decir palabra y de levitar mientras desayuno. Media hora de post descanso, media hora de imaginar lo que podría haber soñado y en fin, abandonar la cama, y empezar. Media hora, es todo lo que necesito.

1 comentario:

J. A. Márquez Fagoaga dijo...

Gracias, Pau, por regalarme este espacio para escribirte. Cuánta melancolía leí en tus palabras. La noche se nos viene encima, y llora con nosotros. Es posesiva. Y melancólica. En media hora el mundo renacerá. Tu mundo. Mi mundo. El de los demás, no lo sé.