jueves, agosto 22, 2013

Sueños chiquitos

Era diciembre, poco antes de las fiestas y una tarde, cuando volví de laburar 20hs. Supe que no había nada más.

Mudé 8 años en una semana y por suerte o porque las cosas tenían que ser así. Encontré una conocida que me facilitó una habitación por pocos mangos.

Me fui con mi ropa, con cajas con pedazos de una casa, la cama, mis libros, la compu y pilitas de cosas que no entendía.

Ese año, viví metida en una pieza de 3x4, en la que la cama era lo principal porque no tenía sillas, ni mesa, ni escritorio, entonces en la cama, comía, leía, trabajaba, dormía.

Hoy me levanté y me hice un café para arrancar el día, porque me tocaba laburar en casa.

Miré la cama.
Miré la mesa. Las sillas.
Miré el escritorio.
La cocina y el balcón.

Y me sentí bien conmigo.

Algunas veces, de ese año, cuando trabajaba toda doblada en la cama. Pensaba que ya iba a conseguir un lugar para mí. Dónde poner plantitas y colgar cuadros, y hacer lo que quisiera sin preguntarle a nadie, sin sentir que molestaba o que podía joder.
Me sentí bien conmigo. Otra vez.

Porque todo esto me cuesta mucho esfuerzo, pero es mío.
Y no vivo en una mansión ni mucho menos.
Todavía no llego a fin de mes. Pero así como las deudas son mías. También son mías las plantas en esas latitas pintadas del balcón. El dibujo pegado en la alacena. La cama. La mesa que compré a dos mangos y pinté yo para que quede más linda. También es mía la tele y las sillas que me regalaron. Y el termo que iban a tirar y rescaté.

Será que me levanté con ganas de abrazar lo pequeñito.
Esas cosas que alguna vez fueron sueños sencillitos, sin mucha magia, pero que necesitaba.
Y los conseguí.
Entonces, con su permiso.
Me siento bien conmigo, otra vez.


3 comentarios:

zappa dijo...

je, todos esos recuerdo de cuando uno soñaba con tener un lugarcito...yo siempre me acuerdo de cosas asi cuando paso por la plaza canadá en retiro

me alegra mucho que te sientas bien con vos

Pau dijo...

Gracias Zappa! Un abrazo para ti :)

Matias dijo...

Debo decir que hace un tiempo emprendí el mismo camino, casi calcado.

Luego de 13 años, de un día para el otro me fui a una habitación que le sobraba a mi viejo. Con algunos muebles apilados en un pasillo y mochilas con ropa.

Y la cama fue el epicentro de todo el terremoto. Fue testigo de crueles noches, donde despiadadamente el recuerdo me visitaba y me robaba alguna que otra lagrima. Donde intenté trabajar, donde con tinta plasmé algún que otro renglón poco amable.

Ensayé a sentirme mejor.

Hoy, miro casi las mismas cosas que vos miraste, aprendí a ver cosas que antes no veía.

Ver que uno avanza es un sentimiento que deberíamos sentir más seguido, para entender que los caminos se caminan paso a paso y que no hay horizonte que se nos resista si avanzamos a paso decidido, aún cuando a veces tengamos que aprender a caminar de nuevo.

Simplemente es comprender que la vida no trata de vencedores ni vencidos, ni de tiempos mejores o peores, sino que trata de sueños y de sonrisas. De algo más que un nudo en la garganta y un llanto contenido.

La vida es luz. Somos luz.

Y podemos ser (como dijo el poeta) el espejo que la refleje o el faro que la emita.

La decisión es NUESTRA.