martes, abril 17, 2012



A veces es la nieve y otras el sol, o el charco que pisas y salpica o te refleja. Impreciso. Desvanecido. 

A veces es la lluvia o la frazada que quedó hecha un nudo a los pies de la cama, justo cuando tu cuerpo empezó a sentirse frío, o quizá solo. 

A veces son las nubes, o las flores de celofán de las señoras que tiran perfume por la ventana. 

Hay veces que son ellos y otras que sos vos. A veces no es nadie o es el tiempo que va arrancando los minutos del reloj y se caga un poco en todos. 

A veces es el peso de los días y otras la levedad de la conciencia que te ata o te libera. 

De vez en cuando es amor, pero si no, no es necesario pelear y prender fuego. Alcanza con que nos volvamos locos o rompamos una cama. 

A veces encuentro y otras no salgo a buscar. No siempre los tesoros existen para ser descubiertos y además no me gusta desilusionarme. 

Algunas veces el silencio es suficiente, incluso necesario. Otras, los sonidos recuerdan las conexiones cósmicas que nos atan a las cosas. 

En ocasiones uno se sorprende, tropezando con un desconocido, que tiene cara de hermano o de amigo. 

No siempre mover las fichas alcanza para frenar el efecto dominó que se genera cuando la gente se fija demasiado en como hablo, a quien beso, que como o cuando me voy a dormir. 

Por momentos no puedo dejar de creer en todo y que es así y punto. A veces eso es bueno y otras se convierte en urgencia la necesidad de cambio. 

No importa si vas despacio o vas rápido, si parás o si todavía no arrancaste, los caminos ahí esperan y no podrás hacer mucho por escapar. 

A veces sobran veces y faltan ganas.

Algunos días punto final y otros puntos suspensivos pendiendo de las manos de una puta. 

Esta vez punto final, aunque después vuelva.

1 comentario:

zappa dijo...

cuando vuelvas vas a seguir creyendo en todo, aunque a veces encuentres la necesidad de cambiarlo, porque ese tambien es un camino que espera y que no te deja escapar